jueves, 20 de mayo de 2010










El dulce sabor del amor se tornó amargo. Pensaba que no acabaría nunca, que todos
nuestros capítulos irían proseguidos de un “Continuará…” y me equivoqué, él quiso
poner “Fin.”
Sus caricias me escribieron versos en la piel; caricias que descubro que fueron de
alquiler.
Ahora cuando mi mirada se posa por casualidad en una de estas cicatrices, se me
viene un recuerdo de aquello que no pudo ser. Me derrumbo…
Quisiera ser fuerte para poder decirle que su recuerdo ya no lleva alas, aunque la
cicatriz más profunda es la que me deja la cuchillada de esa despedida indefinida.
Ojalá algún día estas heridas me resulten ajenas, y dejen de ir cogidas de la mano de
su recuerdo. Ojalá el tiempo pueda hacer de mis tripas corazón, y borre este cuento
con final infeliz del que nunca fui princesa.
Ojalá dejase de mirarlas para recordarte…

¿Existe algún remedio para amortiguar esta caída?


Jess B.

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